El otro día casi por casualidad regresé a Braojos después de muchos años. Fue resultado de una excursión ligeramente fallida, bendita excursión. Es maravilloso ver cómo este pueblo sigue defendiendo sus raíces y su cultura. Y cómo la gente, amiga de hace muchos años, resulta maravillosa en el reencuentro. La Plaza de Julio Burriel (Buriel por error de una alcaldesa poco espabilada) fue nuestro punto de llegada. La iglesia, cuidada y conservada por Julia y su marido regresados a vivir permanentemente en el pueblo, Gema que nos contó su nueva vida, y muchas otras personas que nos fueron saludando y con las que recordamos momentos y personas. Maravilloso. El pueblo está muy cuidado, como la Iglesia, y se nota que hay cada vez más servicios y posibilidades. Volveremos pronto.
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